Ventanas abiertas
Desde la calle se puede ser testigo del mundo interior de
las casas, no solo de sus fachadas. Eso
se debe a una simple razón: en Holanda no se utilizan persianas ni cortinas. De
esta manera, sus amplios ventanales pueden captar mejor la luz, tan escasa en
este país. El hecho de que la entrada de luz prevalezca por encima de la
cuestión de la privacidad, se ha extendido tanto en su cultura que hasta las
ventanas de las plantas bajas, donde difícilmente puede entrar la luz, se dejan
al descubierto de las miradas.
Al no ocultar el espacio privado, éste toma un rol
importante en el espacio público. El carácter
de una calle queda definido no sólo por el propio espacio exterior sino también
por los incontables interiores abiertos a la esta calle. Parecen escaparates
preparados para ser admirados y deseados.
El hecho de abrir las ventanas al exterior hace que una calle
vacía cobre vida, dotándola de un carácter más cálido que acompaña y recoge a
los que caminan. Por la noche, el efecto se multiplica al añadirse el factor de
la luz; las ventanas se convierten en focos de luz más potentes que las propias
farolas. Amsterdam queda más o menos
iluminado dependiendo de la gente que esté habitando su casa.