Els tres turons que se encuentran en Barcelona ayudan al
ciudadano a saber que, a pesar de los límites de mar y montaña que tiene la
ciudad, algo de naturaleza sobrevive en la ciudad más gris del mundo. El caso
de Mosevache en Stockholm representa casi lo contrario. Nos encontramos, de
repente, con un muro de piedra natural infranqueable que se eleva más de
treinta metros y que, para acceder al lugar, o se sigue un camino de senderos
propios del Pirineo, o se ataja con un ascensor más similar al de la torre
Eiffel. Y éste es, quizás, el caso más emblemático de la ciudad, pero cuando
uno se adentra en el barrio de Södermalm, donde la cuadrícula i las fachadas
lineales de vivienda colectiva se asemejan al Berlín más oriental, uno se da
cuenta que encontrarse con muros de roca no es nada inusual. En este caso
parece que, a pesar de la cuadrícula, la tierra haya buscado los lugares más
frágiles para desarrollar toda su opresión, recordando al ciudadano quién
manda.