miércoles, 27 de junio de 2012

Los hitos en las ciudades


Desde una pequeña línea de piedras señalando el lugar por donde saldrá el Sol en el centro de un pequeño campamento nómada hasta el Partenón situado en la Acrópolis de Atenas el ser humano ha necesitado casi de manera inconsciente de estos elementos que son reconocibles desde cualquier parte dentro y fuera de la ciudad. Son, por lo general, construcciones que adquieren, bien por que se piensan para ello o bien por casualidad, un valor mas allá de lo terrenal convirtiéndose en patrimonio de la ciudad y de aquellos que la habitan.

Esta función, de hito, estuvo muy bien desempeñada durante siglos por las iglesias que con su altura destacaban sobre todo lo demás, sus campanas se hacían oír por toda la ciudad y llamaban así a rezar hasta que tras la revolución industrial los campanarios empezaron a quedarse pequeños al lado de las fábricas, cuyas enormes chimeneas rivalizaban en humo y altura entre ellas, pero a diferencia de las iglesias que siempre se asentaron en los lugares clave de las ciudades estos edificios industriales crecieron de una manera espontánea y descontrolada que desequilibró la ciudad europea del siglo XIX.

Por aquel entonces Gaudí ya intuyó el problema que la falta de referencias claras en el skyline suponía para la ciudad y pensó en la Sagrada Familia como en el primer símbolo de la era moderna para Barcelona, basándose para ello en los elementos de los que disponía, su edificio se convierte en el eslabón entre el hito clásico y el moderno. Aun así, no fue esta la primera preocupación para aquellos que eran los encargados de pensar las ciudades de Porto y Barcelona durante el siglo XX, la pérdida de poder de la iglesia y la falta de alternativas dejó a las ciudades vacías de referencias sólidas que el caso de Barcelona no se llenó hasta a partir de los años 90, como ya se ha hablado anteriormente, para los juegos olímpicos de 1992 se repensó la ciudad de manera global y se reservó en ese pensamiento un espacio para que los mas afamados arquitectos del momento diseñaran la nueva imagen de la ciudad. Norman Foster en Colleserola o Calatrava en Montjuïc son solo los ejemplos más vistosos de esta operación, años mas tarde la torre Agbar de Jean Nouvel o las dos torres en el frente marítimo completan la heterogénea silueta de la Barcelona del siglo XXI.

En Porto, por otro lado, el cambio llegó con la Eurocopa ya en el año 2004, la ciudad anclada en el tiempo y poco desarrollada en altura estaba necesitada de que estos hitos limpiasen y organizasen la estructura urbana a nivel peatonal. Por lo tanto en el plan para Porto, y siguiendo una estrategia similar a la de Barcelona, se llamó a arquitectos de prestigio internacional para que pensasen y diseñasen, en este casp, los espacios públicos mas significativos. Fueron, entre otros; Rem Koolhaas, Alvaro Siza o Eduardo Souto de Moura los encargados reordenar el tejido y pensar en una arquitectura que sabían iba a ser mucho más que una plaza o un edificio, sino que dibujarían la imagen que Porto iba a dar al mundo y a la vez cambiarían la manera de vivirla de sus habitantes.