Nadie
que haya vivido desde siempre en Gràcia te dirá que es de Barcelona si puede
decirte que es de Gràcia.
Los
datos más antiguos que tenemos sobre los inicios en la Vila de Gràcia, aproximadamente sobre el año
1630, hablan del asentamiento religioso Nostra
senyora de Gràcia, conocido también como Els Josepets, impulsado con capital procedente de Barcelona y para
Barcelona. Así pues, ya los primeros pobladores tenían un inequívoco vínculo
con la ciudad. Poco a poco artesanos y comerciantes empezarían a poblar una
zona tradicionalmente agraria dando forma y diversidad a un territorio que ya
empezaba a conocerse como Gràcia. De estas actividades y de la costumbre
veraniega de la burguesía catalana que empezó a construir sus torres fue consolidándose
el tejido urbano de Gràcia fuera de las
murallas de la ciudad medieval de Barcelona con una densidad mucho menor que permitía
que el espacio público se apoderase de los numerosos espacios entrecasas para
el uso colectivo, creando numerosas plazas convertidas en mercados y zonas de
recreo.
Así
pues había nacido una ciudad satélite que se sentía fuerte e independiente. Con
un pensamiento colectivo poderos que consiguió su primera independencia allá
por 1829. Tardó apenas dos años en volver a ser anexionada pero Gràcia ya había
dejado claro se sentía diferente. Dos independencias más siguieron a esta hasta
que a finales de S.XIX pasó a formar parte definitiva de Barcelona.
Hoy
en día el Distrito de Gràcia sigue teniendo parte de ese carácter de villa, no
de ciudad, que le distingue de Barcelona y que le da el atractivo añadido de
ser el pueblo que persiste en la ciudad y lo convierte en un valor añadido que
no se encuentra en ninguna otra parte.