Tal
como Barcelona, la ciudad de Porto queda limitada geográficamente por mar y por
los ríos Douro (Duero) y Leça a Sur y Norte respectivamente. Estas similitudes
no lo son por casualidad como tampoco lo es la influencia que ambas ciudades
ejercieron en el comercio marítimo de atlántico y mediterráneo durante siglos.
Todas las culturas que ocuparon la ciudad de Porto supieron ver las fuertes
ventajas estratégicas de una topografía porteña de fuertes pendientes hacia el
río que la hacían fácil de defender de las invasiones por mar a la vez que las
calmadas aguas de la desembocadura
permitían el flujo de barcos comerciales convirtiéndolo en uno de los
puertos de referencia en la ruta de las especias.
Es
fácil, pues, pensar en ambas ciudades como gemelas, idénticas en forma e
historia, metrópolis europeas con tantas similitudes que parecieran calcadas la
una de la otra. Pues bien, aquí terminan las coincidencias y no me estoy
refiriendo a que la diferencia demográfica sea de mas de dos millones de
habitantes ni a que a partir de mediados del siglo XIX Barcelona cuente con un
plan de crecimiento urbanístico que Porto aún tardaría casi 150 años en empezar
a desarrollar. Se halla en la adaptación
de la estrategia militar de defensa de la ciudad, históricamente los puntos mas
elevados eran los utilizados para colocar los cañones que persuadirían a los
posibles invasores de atacar y esto lo supieron ver muy bien los pobladores de
ambas urbes, buscaron esas zonas altas, las armaron y defendieron la entrada a
la ciudad que situaron…cada una en un sitio diferente. La puerta principal de
Porto está en el río, este jugó un papel fundamental en el tráfico marítimo,
allí estaba el puerto y de ahí nació la ciudad y desde ahí luchó. En cambio a
Barcelona se entraba por mar, allí está el puerto y de ahí crece la ciudad
antigua en ligera pendiente hacia arriba, defendida extramuros desde lo alto de
Montjuic la malla urbana se extiende en mancha de óleo plácidamente sin apenas
limitaciones naturales durante siglos. El mayor obstáculo en el crecimiento de la Barcelona antigua, sin
embargo, fue la misma ciudad en si, sin la protección natural del territorio
fue necesario la construcción de una muralla que la aislase, dando lugar como
consecuencia a una de las ciudades con mayor densidad de la época. En Porto
apenas sucede eso, hay una muralla pero nunca rodeó la ciudad entera, no era
necesario y no se hizo, nunca existió un dentro-fuera que forzase al
asentamiento intramuros dando lugar a un casco histórico poco densificado para
la época, permitió la existencia de barrios claramente limitados por la
topografía que a la vez daba lugar a una tipología edificatoria diferenciada
por el ancho de las calles permitido por el desnivel y por la cercanía con el
río, en la orilla las casas dedicaban las plantas bajas al comercio y el resto
a vivienda de las clases sociales mas bajas. En lo alto y alejadas de las
enfermedades del río, olores y el trasiego de los comerciantes las clases altas
construían sus palacios cerca de los edificios religiosos que si podían siempre
encontraban los puestos mas elevados poblando de hitos la postal de la ciudad
portuguesa.
En
un momento dado, de relativa calma en Europa, las fortificaciones carecían de
sentido y las grandes fortunas urbanas necesitadas de huir de las miserias de
la ciudad medieval abandonaron las murallas. De ahí la que podemos considerar
la primera gran reforma de la ciudad hacia la actual Barcelona. Francesc Macià abrió
los límites de la ciudad condal y le dio un orden que propició un importante
crecimiento demográfico y económico que de otra manera no hubiera sido posible.
Por el contrario, el desarrollo de la ciudad de Porto que apenas abandonó el
esquema medieval no se incrementó, sino que sufrió varias mermas de población debidas
a las pobres condiciones higiénicas de la ciudad tradicional.
Pero
si algo tienen de nuevo en común Barcelona y Porto es el pretexto de la
organización de eventos deportivos a escala mundial para hacerse un hueco en el
panorama turístico internacional y en base a una modernización de las
infraestructuras absorber zonas anteriormente alejadas de la ciudad, desmarginalizar
barrios que antaño fueron satélites y que ahora quedan integrados en la malla
urbana para establecer los nuevos límites al otro lado de las vías periféricas
de comunicación. Más allá, donde no
llegan los planes metropolitanos continúa la expansión urbanística sin esperar
a que la ciudad llegue, cuando inevitablemente lo haga, las barreras ya no
serán tal y será el momento de volver a pensar que será Barcelona y que será
Porto.