La playa de Barcelona se conceptualiza como un
espacio-parque público, es decir, que todo ciudadano puede pisar, pero con la
peculiaridad que tiene una franja donde el pavimento se compone de arena y
finalmente, el límite, en vez de ser una vía rápida o pilonas, se trata de agua
salada. Por muchos motivos distintos, clima, extensión, proporción, número de
usuarios, etc. Las playas de Stockholm son playas y punto. Agua, arena,
árboles, algún barquito, y ya. Ni duchas, ni papeleras, ni chiringuitos, ni redes
de vóley, ni mojitos, ni metro, ni helados. No pretendo establecer un juicio de
valor sobre este tema, sólo me limito a subrallar la curiosidad de cómo, bajo
el mismo nombre, existen dos cosas que no tienen más en común que el agua y la
arena, y muchas veces, ni eso.