martes, 26 de junio de 2012

Corea, proyecto de vivienda social



Entreguerras. Alemania ve nacer los siedlung, la primera versión tangible de aquello que llamaban casa digna. La Repúbllica de Weimar establecía los parámetros de la vivienda mínima, pero sus autores recibieron las críticas de la derecha política. El asoleamiento, los jardines, las infraestructuras de gas, la electricidad y los baños parecían demasiado "opulentos" para un proyecto que tenía como objetivo a la clase obrera. Por contra, la administración berlinesa defendía elevar el nivel de vida de sus ciudadanos. A sus principios se sumaba luego el término 'funcionalismo' y a finales de los años 20, la consideración de la arquitectura como 'un arte social'. La corriente se extendió por el Viejo Continente y alcanzó España. Para cuando llegó a Mallorca, habían pasado ya tres décadas.




Era 1954 y Palma inauguraba con las Viviendas del Generalísimo su primer programa de pisos sociales. El régimen franquista y el Plan Alomar se adjudicaban, como idea original, aquella definición del módulo mínimo habitable. Los primeros brotes del boom turístico habían supuesto la llegada de inmigrantes peninsulares que buscaban una vida mejor. Las 568 casas -diseñadas por el arquitecto Antonio Roca Cabanelles en un solar de 22.000 metros cuadradados- se caracterizaban por su facilidad de construcción, su coste y la buena comunicación con el centro. Lo que hoy es General Riera fue, en un tiempo, el camino que el tranvía seguía hasta Establiments.


Fue más o menos entonces cuando llegaron dos de los ejes sociales del barrio: la iglesia y el mercado. La primera, San Francisco de Paula, suponemos que en honor a aquella Francisca de Mádico que había cedido los terrenos. El 12 de abril de 1959 se colocó la primera piedra, el resto las pusieron los propios vecinos. El colegio, Felip Bauzà, había llegado casi con el mismo barrio. A mediados de los 50, Sor Matilde Chantal consiguió construir una escuela para aquella olaeada de nuevos niños.

Una década después llegó el mercado. Proyectado, nadie sabe por qué, con cinco plantas que nunca llegaron a ocuparse por completo. La asociación de vecinos pasó casi veinte años pidiendo que los pisos desocupados se destinaran a usos culturales. Hasta este 2011 no les hicieron caso.

En los años 70 el Camp Redó era el barrio de los dos cuarteles -hoy abandonados y en ruina-, el de la lavandería Regia, el de las cocheras de los autobuses. Una sucesión de solares y pocas casas.

El mote de Corea no es bien recibido en el barrio. Recuerda a cuando las cosas se torcieron "y se pusieron feas". A seguimientos en los que los policías pedían la llave de los terrados cercanos, a redadas, a droga. Cuesta convencer de que, en realidad, viene por su origen. Málaga y Gandía también tienen sus barrios de Corea. Según unos, a aquel 1953 en que estalló la Guerra de Corea; según otros, porque seguía el prototipo de edificaciones que surgió tras la Segunda Guerra Mundial. Durante su medio siglo de historia, este rincón de Camp Redó se ha acostumbrado a vivir a la sombra de Palma.


A continuación se muestran unas imágenes del proyecto de rehabilitación que se llevará a cabo, cuyas obras comenzaron recientemente.