miércoles, 27 de junio de 2012

La Ciudad Que Ocurrió.



Bogotá: Ciudad grande, cosmopolita, contaminada, caótica, ruidosa, agobiante. 




Propongo un ejercicio: Un rápido recorrido aéreo por la que una vez fue conocida como la Atenas Sudamericana – más recientemente como la Tenaz Sudamericana-. Garantizo que al aterrizar, hasta aquel quien jamás en su vida abrió un libro de urbanística llegará a la conclusión de que la capital Colombiana no se concibió: ocurrió. Apareció y comenzó a crecer de manera desenfrenada y desorganizada.

Estamos ante una ciudad desparramada.  Una ciudad que, cuando vio que hacia el oriente los cerros se atrevían a marcarle un límite natural, simplemente lo burló y empezó a crecer en vertical para darle hogar a quienes, o no tienen nada y se ven obligados a armar sus casas con basura, o a quienes tienen tanto que pueden contratar importantes constructoras, ingenieros y arquitectos que saben como crear torres bellísimas, con vistas privilegiada que, de la forma más descarada posible,  desafían los principios  básicos de la gravedad.

Muchos pensarán que la ciudad antes descrita no puede distar más de la Barcelona de hoy en día. Una ciudad que, más allá de sus numerosas joyas arquitectónicas,  ostenta de un modelo urbanístico que  es estudiado detalladamente en facultades de arquitectura de los 5 continentes. Si repetimos el ejercicio propuesto anteriormente y damos un rápido recorrido aéreo por la Ciudad Condal , esta genial planificación se aprecia inmediatamente y, de nuevo, hasta aquel que jamás abrió un libro de urbanística podrá darse cuenta de que, en lo que a la expansión de Barcelona se refiere, nada fue dejado al azar.

La cuadrícula es perfecta. Las manzanas meticulosamente planeadas para que todas sean de la misma altura, ocupen el mismo espacio. Ni mucho para algunosBogotá: Ciudad grande, cosmopolita, contaminada, caótica, ruidosa, agobiante. 

Propongo un ejercicio: Un rápido recorrido aéreo por la que una vez fue conocida como la Atenas Sudamericana – más recientemente como la Tenaz Sudamericana-. Garantizo que al aterrizar, hasta aquel quien jamás en su vida abrió un libro de urbanística llegará a la conclusión de que la capital Colombiana no se concibió: ocurrió. Apareció y comenzó a crecer de manera desenfrenada y desorganizada.

Estamos ante una ciudad desparramada, desorganizada.  Una ciudad que, cuando vio que hacia el oriente los cerros se atrevían a marcarle un límite natural, simplemente lo burlo y empezó a crecer en vertical dando lugar a los hogares de quienes, o no tienen nada y se ven obligados a armar sus casas con basura, o de quienes tienen tanto que pueden contratar importantes constructoras, ingenieros y arquitectos que saben como crear torres bellísimas, con vistas privilegiada que, de la forma más descarada posible,  desafían los principios  básicos de la gravedad.

Muchos pensarán que la ciudad antes descrita no puede distar más de la Barcelona de hoy en día. Una ciudad que, más allá de sus numerosas joyas arquitectónicas,  ostenta de un modelo urbanístico que  es estudiado detalladamente en facultades de arquitectura de los 5 continentes. Si repetimos el ejercicio propuesto anteriormente y damos un rápido recorrido aéreo por la Ciudad Condal , esta genial planificación se aprecia inmediatamente y, de nuevo, hasta aquel que jamás abrió un libro de urbanística podrá darse cuenta de que, en lo que a la expansión de Barcelona se refiere, nada fue dejado al azar.

La cuadrícula es perfecta. Las manzanas meticulosamente planeadas para que todas sean de la misma altura, ocupen el mismo espacio. Ni mucho para algunos, ni poco para otros: Barcelona se ve, desde el aire, absolutamente dividida y compartida a partes iguales. Es una vista tan absolutamente armoniosa que cuando nuestros ojos llegan a la altura de la Diagonal, nos sobrecoge la manera brusca en la que corta la ciudad de extremo a extremo separando manzanas completas, y , aún así, resulta evidente que ese corte, aunque tajante, obedece a y encaja dentro de la visión de Barcelona.

Da la sensación de que la ciudad es nueva, recién hechecita. No es un esbozo de ciudad, es la obra acabada: perfecta. Pero la ilusión, es finita. Nuestro ojos han bajado la Gran Vía  en dirección al mar y ellos mismos, acostumbrados a poder seguir el recorrido recto de un coche mientras cruzaba la ciudad de extremo a extremo, se sobresaltan al encontrarse con una telaraña de calles que no parecen tener dirección ni sentido. Se han topado sin darse cuenta con la maraña de la Ciutat Vella.

El casco antiguo barcelonés, al igual que Bogotá, refleja el curioso movimiento de una ciudad que moldea las calles a su antojo a medida que, de manera anárquica, crece y se multiplica. Volvemos a ver un caos que nos evoca al bullicio del centro histórico bogotano y podemos empezar a entender porque, a pesar del ruido, del tráfico, de las calles que no llevan a ninguna parte y del desparrame, la capital Colombiana tiene algo que la hace hostil pero encantadora, desorganizada pero armoniosa, detestable pero –y sobre todo- inolvidable.   
, ni poco para otros: Barcelona se ve, desde el aire, absolutamente dividida y compartida a partes iguales. Es una vista tan absolutamente armoniosa que cuando nuestros ojos llegan a la altura de la Diagonal, nos sobrecoge la manera brusca en la que corta la ciudad de extremo a extremo separando manzanas completas, y , aún así, resulta evidente que ese corte, aunque tajante, obedece a y encaja dentro de la visión de Barcelona.

Da la sensación de que la ciudad es nueva, recién hechecita. No es un esbozo de ciudad, es la obra acabada: perfecta. Pero la ilusión, es finita. Nuestro ojos han bajado la Gran Vía  en dirección al mar y ellos mismos, acostumbrados a poder seguir el recorrido recto de un coche mientras cruzaba la ciudad de extremo a extremo, se sobresaltan al encontrarse con una telaraña de calles que no parecen tener dirección ni sentido. Se han topado sin darse cuenta con la maraña de la Ciutat Vella.

El casco antiguo barcelonés, al igual que Bogotá, refleja el curioso movimiento de una ciudad que moldea las calles a su antojo a medida que, de manera anárquica, crece y se multiplica. Volvemos a ver un caos que nos evoca al bullicio del centro histórico bogotano y podemos empezar a entender porque, a pesar del ruido, del tráfico, de las calles que no llevan a ninguna parte y del desparrame, la capital Colombiana tiene algo que la hace hostil pero encantadora, desorganizada pero armoniosa, detestable pero –y sobre todo- inolvidable.