miércoles, 27 de junio de 2012

La calle es tu casa, tu casa es la calle (I)




Ventanas abiertas




La cultura holandesa no comparte la idea de privacidad del espacio interior con la que nosotros estamos tan acostumbrados a vivir. La frontera entre el espacio público y el privado se desdibuja creando un espacio híbrido que tanto puede considerarse una invasión de la calle como de la casa.

Desde la calle se puede ser testigo del mundo interior de las casas, no solo de sus fachadas.  Eso se debe a una simple razón: en Holanda no se utilizan persianas ni cortinas. De esta manera, sus amplios ventanales pueden captar mejor la luz, tan escasa en este país. El hecho de que la entrada de luz prevalezca por encima de la cuestión de la privacidad, se ha extendido tanto en su cultura que hasta las ventanas de las plantas bajas, donde difícilmente puede entrar la luz, se dejan al descubierto de  las miradas.  

Al no ocultar el espacio privado, éste toma un rol importante en el espacio público.  El carácter de una calle queda definido no sólo por el propio espacio exterior sino también por los incontables interiores abiertos a la esta calle. Parecen escaparates preparados para ser admirados y deseados.

El hecho de abrir las ventanas al exterior hace que una calle vacía cobre vida, dotándola de un carácter más cálido que acompaña y recoge a los que caminan. Por la noche, el efecto se multiplica al añadirse el factor de la luz; las ventanas se convierten en focos de luz más potentes que las propias farolas.  Amsterdam queda más o menos iluminado dependiendo de la gente que esté habitando su casa.