miércoles, 27 de junio de 2012

I. Su nombre es Tokio


















Tokio



Para un viajero occidental, hoy en día, no supone gran esfuerzo subirse a un avión, un tren o un barco y llegar a Tokio. Una vez allí, sin embargo, le resultará más complicado fijar o determinar qué es aquello, de lo circundante, que permite identificarlo en su conjunto como Tokio, diferenciándolo de cualquier otra ciudad…

            En incontables ocasiones resulta imposible encontrar las palabras exactas para describir aquello que uno siente o las ideas que se tienen, sin embargo a los nombres propios, personas o ciudades (por ejemplo, Tokio) les ocurre al revés: su signo, su significante queda fijado por un contrato permanente e indestructible, mientras que su contenido se derrite en una nebulosa de extraviada significación. Resulta sencillo referirse al recipiente que indica su nombre, pero se hace difícil determinar qué se quiere decir con autóctono tokiota o japonés.

Lo autóctono (que no sea de otra parte) cada vez resulta más difícil de detectar en un mundo súper-conectado que tal vez tienda a una, aclamada por algunos, pérdida de identidad.
             Más allá de los clichés tradicionales, a veces reducidos a caricaturas fosilizadas que pueden encontrarse destacados en las guías de viaje, ¿hay algo de la Tokio que se desarrolla y vive en tiempo presente identificable todavía como tokiota? ¿Es posible cambiar de vestido (pues los sistemas de manufacturación van cambiando) manteniendo una cierta identidad?