Montjuic y Bellver pueden ser
considerados un ejemplo de la diferente transformación que sufren algunos de
nuestros edificios más representativos cuando les queremos otorgar un nuevo uso
y “adaptarlos a nuestra época”.
Ambas construcciones se encuentran
localizadas en al cima de pequeña montaña con unas características muy
parecidas que son las culpables de que la construcción realizada en su cima
tenga el mismo fin. Tanto en Barcelona como en Palma, el edificio resultante es
un castillo. Una fortificación que goza de una posición elevada frente a la
ciudad, y lo que es más importante, frente al mar. Ambos están presentes en el
frente marítimo de la ciudad.
Castell
de Bellver, Palma de Mallorca
Castell de Montjuic, Barcelona
Respecto
a su configuración, la diferencia de época de ambos queda reflejada en su
construcción y en el tratamiento que se hace de la montaña.
El
castillo de Bellver fue construido en el siglo XIV. Su principal característica
es la geometría de su planta, siendo uno de los pocos castillos con planta
circular que hay en Europa, y reconociéndose como el más antiguo de estos.
Consta de cuatro torres, tres de ellas adosadas y la otra, de mayor tamaño,
separada del cuerpo principal.
El
castillo de Montjuic data del siglo XVII y lo destacable de éste no es tanto su
geometría sino las fases de transformación que se fueron dando en él,
evolucionando desde una atalaya como embrión, hasta llegar a ser el castillo
que podemos visitar hoy en día.
Sin
embargo, lo que realmente llama la atención de estos dos enclaves es que pese a
partir de unas premisas iniciales muy parecidas y con unas características muy similares,
aquello que los rodea ha evolucionado de dos maneras muy diferentes.
En Bellver, se ha tratado de conservar la
montaña lo mejor posible, las construcciones que se han hecho en ella son
prácticamente nulas, reduciéndose casi en su totalidad a una serie de parques
infantiles. Dotando a la montaña de una cierta cantidad de senderos, se invita
al ciudadano a pasear por ellos. No obstante, el castillo de Bellver se esta
quedando como un reducto turístico y
se esta viendo cada día más aislado en su maceta respecto al resto de la ciudad,
siendo visitado únicamente por aquellos que vivimos cerca y “lo tenemos a
mano”, y contemplado desde la distancia como un icono por aquellos que viven
lejos de él.
En el caso de Montjuic, la manera de
enfocar el tratamiento de la montaña ha sido completamente opuesta. Se ha
cargado excesivamente la montaña de equipamientos en su mayoría construidos
para las olimpiadas que constan de un uso bastante acotado en la actualidad, y
de parques y jardines que actúan como parches sustitutivos de la vegetación
original de la montaña. De esta manera, lo que se ha conseguido es una montaña
sobreexplotada de una manera poco controlada y caótica.
Analizando los dos caminos que se han tomado
para transformar y adaptar Montjuic y Bellver, hay que destacar que tanto uno
como otro siguen siendo al fin y al cabo uno de los iconos más representativos
de sus respectivas ciudades porque aquella idiosincrasia del lugar en el que
fueron construidos sigue presentes hoy en día y les otorga un valor y un
carácter especial frente a otras edificaciones representativas de la ciudad.