martes, 3 de abril de 2012

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       Montjuic y Bellver pueden ser considerados un ejemplo de la diferente transformación que sufren algunos de nuestros edificios más representativos cuando les queremos otorgar un nuevo uso y “adaptarlos a nuestra época”.

       Ambas construcciones se encuentran localizadas en al cima de pequeña montaña con unas características muy parecidas que son las culpables de que la construcción realizada en su cima tenga el mismo fin. Tanto en Barcelona como en Palma, el edificio resultante es un castillo. Una fortificación que goza de una posición elevada frente a la ciudad, y lo que es más importante, frente al mar. Ambos están presentes en el frente marítimo de la ciudad.


Castell de Bellver, Palma de Mallorca    
Castell de Montjuic, Barcelona


Respecto a su configuración, la diferencia de época de ambos queda reflejada en su construcción y en el tratamiento que se hace de la montaña.
El castillo de Bellver fue construido en el siglo XIV. Su principal característica es la geometría de su planta, siendo uno de los pocos castillos con planta circular que hay en Europa, y reconociéndose como el más antiguo de estos. Consta de cuatro torres, tres de ellas adosadas y la otra, de mayor tamaño, separada del cuerpo principal.


El castillo de Montjuic data del siglo XVII y lo destacable de éste no es tanto su geometría sino las fases de transformación que se fueron dando en él, evolucionando desde una atalaya como embrión, hasta llegar a ser el castillo que podemos visitar hoy en día.

Sin embargo, lo que realmente llama la atención de estos dos enclaves es que pese a partir de unas premisas iniciales muy parecidas y con unas características muy similares, aquello que los rodea ha evolucionado de dos maneras muy diferentes.
       En Bellver, se ha tratado de conservar la montaña lo mejor posible, las construcciones que se han hecho en ella son prácticamente nulas, reduciéndose casi en su totalidad a una serie de parques infantiles. Dotando a la montaña de una cierta cantidad de senderos, se invita al ciudadano a pasear por ellos. No obstante, el castillo de Bellver se esta quedando como un reducto turístico y se esta viendo cada día más aislado en su maceta respecto al resto de la ciudad, siendo visitado únicamente por aquellos que vivimos cerca y “lo tenemos a mano”, y contemplado desde la distancia como un icono por aquellos que viven lejos de él.
       En el caso de Montjuic, la manera de enfocar el tratamiento de la montaña ha sido completamente opuesta. Se ha cargado excesivamente la montaña de equipamientos en su mayoría construidos para las olimpiadas que constan de un uso bastante acotado en la actualidad, y de parques y jardines que actúan como parches sustitutivos de la vegetación original de la montaña. De esta manera, lo que se ha conseguido es una montaña sobreexplotada de una manera poco controlada y caótica.

       Analizando los dos caminos que se han tomado para transformar y adaptar Montjuic y Bellver, hay que destacar que tanto uno como otro siguen siendo al fin y al cabo uno de los iconos más representativos de sus respectivas ciudades porque aquella idiosincrasia del lugar en el que fueron construidos sigue presentes hoy en día y les otorga un valor y un carácter especial frente a otras edificaciones representativas de la ciudad.