domingo, 27 de mayo de 2012

Patrimonio  de  “modernos”.
En todas las ciudades existe un barrio al que le gusta marcar la diferencia, en él sus habitantes son distinguibles a golpe de vista, de origen distinto Gràcia y Malasaña comparten personalidad. Son los barrios “alternativos”, unidades que habitualmente rompen no solo con la trama urbana general de la ciudad que lo alberga, sino lo que es más importante rompen o lo intentan con las normas sociales establecidas por esta; son por lo general barrios “más tolerantes” , alejados de las clases sociales dominantes en la ciudad.
En ambos barrios la topografía es relevante, la suave pendiente de Gràcia convierte el paseo en un placer mientras se desciende hacía la Diagonal, un placer de encuentros de plazas con la escala perfecta para el disfrute del viandante; mientras en Malasaña la topografía es focal, una mena de embudo te atrae sin remedio hacía la única plaza en el barrio, masivamente ocupada.

Malasaña es más de “esquinas” que de plazas, la irregularidad del terreno y traza urbana, favorece la aparición de estos vacios urbanos, demasiado pequeños para ser plazas y demasiado  característicos para ser aceras anchas, de cualquier forma en todos ellos crecen como hongos las terrazas de los bares próximos y las confidencias a horas trasnochadas.
Son barrios en los que se suceden las modas, la mezcla cromática de tatuajes y tonos pastel de Malasaña es el equivalente a las rayas y pantalones bombachos de Gràcia, sus calles siempre están a la espera del próximo “in”.  Siempre contrastando con lo realmente auténtico del barrio, en el caso de Grácia sus entrañables señoras mayores haciendo la compra habitual en el mercado de toda la vida, y en el caso de Malasaña las prostitutas estacionadas ahora delante de las tiendas de moda, y pasando de “movidas” convirtiéndose en muchos casos en unas de las clientas más fieles de estas.